Que cambio en 5 años? Falto el encierro, pero el resto es calcado, algunos en primera linea y otros un paso por detrás (segùn parece aun que no es del todo creíble). Se a sumado algún protagonista mas aunque intenten disimularlo.
PUBLICACIÓN DE EL PERIÓDICO.......(También los amenazaron de muerte?).
«Mi objetivo de cada día es evitar más lágrimas», asegura el técnico Miguel Olmo
Viernes, 15 de enero del 2010
Miguel Ángel, un porterazo que te estrecha la mano y te la destroza, saca el móvil del bolsillo y grita:«¡Chicos, el menú!» Su mujer acaba de enviarle el cátering que propone para el día de hoy. El restaurante Artavi, que la familia de Miguel Ángel tiene en el Parc Vallés, se encarga de alimentar a la plantilla del Terrassa, colista del Grupo 3 de Segunda B, que lleva encerrada en las catacumbas de su estadio desde la noche de Reyes intentando conseguir que los dueños del club hagan frente a sus múltiples deudas.
Pepe y Encarna friegan el vestuario del técnico. EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Técnico y jugadores se acicalan y comen en el estadio. EMILIO PÉREZ DE ROZAS
Técnico y jugadores se acicalan y comen en el estadio. EMILIO PÉREZ DE ROZAS
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Información publicada en lapágina 54 de la sección deDeportes de la edición impresa del día 15 de enero de 2010
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Les deben todo el dinero de la temporada, cinco o seis mensualidades, a muchos los han desahuciado de sus pisos porque el club no paga los alquileres y, lo que es peor, por primera vez en 37 años el matrimonio que cuida del campo, Pepe Mármol y Encarna, llevan cinco meses sin cobrar y viven de la ayuda de sus hijos. No tienen ni para comprar jabón para lavar la ropa, pero sus chicos lucen divinos.
Hay tanta solidaridad, tanta amistad, tanta complicidad en este encierro que el desprecio que los dueños sienten por ellos, especialmente el moderno Manel Ferrer (dueño del 50% de la entidad) y Jesús Fernández, que tuvo la cara de irse de crucero en cuanto estalló el plante, les ha reforzado en su autoestima hasta que alguien les eche una mano. «Aquí cada día se derrumba uno, pero cada día se levantan seis y le borran el desencanto del rostro», dice el capitán José Ramírez, a quien se le humedecen los ojos al recordar la salida de varios de sus compañeros, necesitados de cambiar de club para intentar que sus familias dejen de pasar hambre.
Evitando el desencanto
Mientras Ferrer se pasea con su Porsche y pregunta despreciativamente a la gente si «ésos aún siguen encerrados», mientras Fernández trata de hacer de hombre bueno sin posibilidad alguna de convencerlos, y mientras ambos chantajean a los jugadores que quieren irse («o firmas la renuncia de todo el dinero que te debemos o no te damos la baja»), los futbolistas reciben ayudas desinteresadas de todo el mundo y las visitas de sus familiares, especialmente esposas y, cómo no, hijos. Carla y María, los bebés de meses de Ramírez y Mario Pérez, se han convertido ya en las mascotas del encierro.
«Mi principal objetivo cuando me levanto cada día es no ver ni una lágrima más», explica Miguel Olmo, técnico del equipo, que ha decidido hacer entrenamientos interminables, bueno, algo más largos (habitualmente duraban 60 minutos y ahora son de casi dos horas) con la única intención de estar el mínimo tiempo posible encerrados entre las cuatro paredes del vestuario.
Encerrados es lo que piensan ellos que deberían de estar Ferrer y Fernández. «El encierro no se ha producido por no cobrar; el encierro se ha producido porque estábamos hartos de falsas promesas y engaños», comenta Alberto Carroza, segundo capitán, mientras besa el cogote de Carla.«No hay nada como el olor a bebé, nada; es delicioso», dice sonriendo Carroza, que muestra su incomprensión por la nula intervención de las autoridades deportivas, municipales y federativas.
Evitar las secuelas
«Nadie nos ha echado una mano. Todo han sido buenas intenciones, pero esos señores siguen campando a sus anchas. Ya solo quedamos nueve jugadores del primer equipo y hemos de echar mano de los juveniles para poder afrontar los partidos de Liga», observa Olmo, que añade: «La clasificación es ya lo de menos. Somos últimos a 37 puntos del líder, el Sant Andreu. Ahora lo único que me quita el sueño es que todo esto no nos deje secuelas imborrables».
Olmo recibió, a finales de noviembre, la visita en su vestuario de Ramírez y Carroza, que le mostraron su preocupación porque los franceses llevaban dos días sin acudir al entrenamiento. Decidieron ir a verlos al piso en el que el club los había instalado. Estaban ateridos de frío, tapados con mantas, alimentándose desde hacía dos días de arroz blanco, agua y frutos secos, asustados, sin querer salir a la calle porque habían recibido una orden de desahucio por no pagar el alquiler. El club, claro. Y Ferrer, en Porsche; y Fernández, bronceándose.
¿Qué se puede esperar de unos dueños que han dejado incluso de pagar una factura de teléfono de 140 euros y les han cortado la línea en el estadio? Claro, ellos ni van por allí. «Nosotros --cuenta Encarna mientras acaricia a su Pepe
–hace tiempo que no tenemos luz ni gas en casa por falta de pago, solo rezo para que no nos quiten el techo, ya habrá tiempo de pagar».
No hace mucho, Pere Navarro y Alfredo Vega, alcalde y concejal de Deportes de Terrassa, dijeron que ellos no podían hacer mucho más y que, si los dueños presentaban las cuentas claras, abonarían la subvención de 120.000 euros que les han concedido. La plantilla contestó a esa nota con un comunicado en el que cada jugador escribió el calificativo que les merecía su situación: bochornoso, deplorable, descorazonador, desesperante, incomprensible, indecente, indignante, inhumano, inmoral, insolente, insultante. patético, penoso, ruin, triste y vergonzoso fueron los 16 adjetivos escogidos.
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